Señor Gobernador del Estado de Río de Janeiro, Dr. Marcelo Alencar,
Señores Ministros de Estado que aquí se encuentran,
Señor Alcalde de la ciudad de Río de Janeiro, Luís Paulo Conde,
Señor Presidente del encuentro Río +5,
Señor Presidente del Banco Mundial, mi amigo James Wolffenson,
Señor Presidente de la Fundación Brasileña para el Desarrollo Sostenible, Israel Klabin,
Señor Director general de la UNESCO, Federico Mayor,
Señor Consejero de la Fundación Brasileña para el Desarrollo Sostenible, Sr. Lorenzen,
Señoras y Señores,
Después de las palabras de presentación tan generosamente pronunciadas por el Sr. Wolffenson, me ha dicho al oído el Gobernador de Río de Janeiro, Marcelo Alencar, que debería dar un do de pecho, o sea, esforzarme para, de bastante lejos, corresponder a los elogios que hizo. Pido disculpas a todos por no ser posible y pido también que comprendan, los extranjeros que aquí se encuentran -espero que la traducción esté realizándose al gusto de todos- expresarme en mi propia lengua. Así, quién sabe, poco a poco el portugués se vuelva una lengua un poco más universal, y los señores puedan entenderla, más tarde, sin necesidad de interpretación.
Quiero aprovechar la oportunidad inédita de este encuentro, porque es un encuentro que caracteriza bien el momento actual de la cuestión del desarrollo sostenible. Y, al mismo tiempo, la cuestión de la propia evolución de la sociedad brasileña. Infelizmente, no participé de la Reunión del 92. No participé - era senador en aquella ocasión, podía haber participado, pero estaba enfermo y no pude salir de São Paulo.
Pero aquel encuentro del 92 produjo un enorme impacto y creó grandes expectativas a nivel mundial, probablemente por encima de lo que sería posible realizar. Está claro que el tema del desarrollo sostenible y el propio tema del medio ambiente no había, hasta entonces, ganado aceptación universal, aceptación, digamos, oficialmente por las Naciones Unidas. Y, no obstante, ya se percibía que estabamos distantes de otra época, en la cual el desarrollo tenía muy poco que ver con la sociedad y prácticamente nada que ver con el medio ambiente. La propia idea del desarrollo estaba muy atada a una dimensión más pobre, la dimensión del crecimiento económico, básicamente, medida por los índices al mismo tiempo sensibles y rudimentarios, como el producto per capita de cada país.
En la famosa conferencia de Estocolmo, en la cual el Dr. Strong ya había desempeñado un papel tan importante alertando a la humanidad sobre las cuestiones ambientales, la posición del gobierno brasileño fue, pura y simplemente, la del pensamiento que utilizaba un dicho de espíritu al afirmar una cosa sin propósito. Decían: "bendita contaminación".
En el pensamiento de la época la contaminación significaría industrialización y riqueza. Y, quién sabe cuando, bienestar más tarde para todos. Eso cambió mucho. En Río-92 nadie recurriría a un disparate de tal naturaleza. Todos habían acrecentado ya la idea de desarrollo, no solamente la dimensión propiamente de transformación en términos de producción económica, sino también la dimensión social y la dimensión ambiental. Se trataba ya de un concepto mucho más complejo, tal vez de difícil comprensión inmediata al sentido común, pero de consecuencias vitales para el conjunto de las políticas públicas.
Muchas transformaciones sucedieron en el mundo, desde el 92. Y me permito citar a alguien que está aquí presente, el Sr. Gorbatchev, cuyo libro, cuando lo leí, hace muchos años, respecto a los cambios que estaban ocurriendo en el mundo, llamaba la atención, y yo creo, aunque puedo estar equivocado, que fue el primer dirigente de un país de importancia mundial a decir que el desafío del medio ambiente es de tal naturaleza que, de alguna manera, igualaba y quién sabe si hasta superaba el conflicto de clases. Era de tal naturaleza que no se podría pensar más en los problemas del mundo a partir solamente del concepto de nación, y menos de Estado-Nación, porque habría necesidad de una convergencia y de un reflexión que fuese más allá de los límites de la clase y de los límites de la organización política en un estado, e igualmente de los límites de una cultura nacional.
No sé si se tomó con la debida consideración ese tipo de diligencia, cuyo propósito era criticar la carrera atómica, al mostrar que la carrera nuclear llevaría a la desagregación del planeta y no habría más vencedores. Por lo tanto, ya no existiría la razón fundamental de la guerra, que es la imposición de la voluntad de unos sobre otros, puesto que los dos lados, si solamente hubiese dos lados, se habrían liquidado en el propio proceso bélico.
Creo que eso tuvo un impacto mucho mayor sobre el propio concepto de la política del que fue debidamente evaluado - ahora puedo estar cometiendo una injusticia, porque estoy apartado de los medios académicos - pero me refiero a lo que fue estimado por los medios académicos, y esto fue antes del 92. En el 92 se recogió el fruto, por lo tanto, de muchos cambios que ocurrían en el mundo. Y conscientemente, de que con otro lenguaje, con otro propósito, algunos llamaban de "aldea global" al planeta Tierra y de la necesidad que el pensamiento fuese capaz de ser, realmente, universal.
Ahora, si algo marcó ese tratamiento de la cuestión del desarrollo social, político, económico y del medio ambiente, fue la percepción exacta de que estamos lidiando con un fenómeno que tiene una dimensión muy anclada en lo cotidiano, en lo local, más incluso que en lo regional. Y, al mismo tiempo, otra dimensión que es la universal. Ya no es posible pensar en desarrollo sostenible ni tampoco es posible pensar en política - y ya hablaré de este asunto - sino cuando se tiene la capacidad de entender esa complejidad, de que estamos lidiando con un fenómeno con esa dualidad. No diría ni una contradicción, porque no puede ser. Al mismo tiempo en que hay una referencia muy local, existe por otro lado, una referencia universal. Por eso, cité la cuestión de la comprensión del Sr. Gorbatchev sobre el problema de la política en el mundo, en un momento en que se revientan las fronteras y, más adelante, con la propia noción del desarrollo sostenible se recompone, no la frontera, pero sí la referencia necesaria a lo particular, a lo peculiar, a lo específico, a lo local.
Es en esa dualidad entre lo local y lo universal donde hoy debemos situar todas las políticas y todo el pensamiento que se pueda tener al respecto de lo que es el desarrollo sostenible. Pero más que eso, creo que esa propia noción que nació, repito, todos lo saben, primero del pensamiento económico del desarrollo, del propio período de desarrollo, después de la confluencia entre el desarrollo económico y las cuestiones colocadas por los ambientalistas, todavía en aquella época desconectados, tal vez, de la preocupación económica. Después por la multiplicidad de organizaciones ancladas en la sociedad civil. En un momento determinado se llegó a notar la nueva dimensión: no habrá desarrollo sostenible, ni la dimensión económica, ni la dimensión propiamente de medio ambiente, si no hay democracia. Y democracia, comprendida también de esa nueva manera, o sea, como algo con respecto a reglas que son generales, y a reglas que son muy inmediatas, locales. Ese es el desafío.
Y, por eso mismo, muy frecuentemente el embate que se da alrededor de la cuestión contemporánea del desarrollo sostenible me parece un poco falso, cuando no se advierte que ese nexo necesario entre lo local y lo general, entre aquello que está fuera del estado y lo que está dentro del estado, entre lo que es necesario para que la economía crezca y lo que es esencial para que la sociedad no sufra con ese crecimiento, entre lo que es necesario preservar y lo que tiene que transformarse. Es tan compleja nuestra realidad y los conceptos que se están elaborando para captarla que, muchas veces, ya estamos practicando algo nuevo, pero estamos usando conceptos que aún cuando son abstractamente ciertos, incapaces de percibir la riqueza de los matices y las multiplicidades de aspectos diversos que se están englobando por esa nueva práctica.
Es ahí, repito, donde se sitúa el gran desafío. En realidad, solamente habrá desarrollo sostenible si fuésemos capaces de crear sociedades democráticas, no en el sentido solamente de la democracia como forma de representación política y de renovación de las élites dirigentes, sino como forma de enlace en las decisiones de los grupos locales con los procesos decisivos más globales, sin que los unos piensen que pueden vivir sin los otros. Porque cuando unos piensan que pueden vivir sin los otros, se crea una dialéctica perversa.
Ayer comenté que acostumbro a repetir una expresión que tomé prestada de un sociólogo español amigo mío, el profesor Manuel Castells, que se refiere a esa democratización que le dio sustentación a todas las transformaciones, la sustentación que están dando las organizaciones que acostumbraban llamarse de no-gubernamentales y que él calificó de neo-gubernamentales.
La primera reacción cuando se dice que son organizaciones neo-gubernamentales, es un poco extraña, porque da la impresión que se desea agregar y manipular o que se está descalificando. En el mundo moderno, si queremos tener no solamente el desarrollo sostenible como también una política sostenible, o existe ese vínculo entre aquello que es el gobierno y aquello que es la sociedad y sin que halla una absorción de uno por el otro, estableciéndose un diálogo fructífero, o entonces la conversación es entre sordos, donde unos cobran y los otros no pagan deudas que no pueden remunerar porque no tienen recursos para ello, y unos dicen que está habiendo desinterés y otros que están habiendo quejas infundadas.
Y, a partir de ahí no existe posibilidad de diálogo porque no hay una comprensión verdadera del desafío, que no es el desafío que se le pone a los gobiernos, ni tan sólo a la sociedad, sino a la humanidad. Es un desafío que se muestra de tal manera que es necesario crear formas de participación que impliquen decisión pero que lleven realmente a una confluencia. No resultando de esa confluencia, sin embargo, la mera manipulación o el rechazo. Manipulación por el estado y rechazo por las organizaciones de la sociedad. O se supera ese desafío o el propio concepto de desarrollo sostenible acaba siendo solamente un concepto que no tiene fuerza para transformase en práctica. Ese es nuestro desafío.
Desde el 92 hasta aquí habremos caminado algo, ciertamente poco, ciertamente mucho menos de lo que sería deseable, ciertamente mucho menos de lo que le gustaría a cualquiera de los que tienen conciencia del proceso que sobreviene en la humanidad en términos de desarrollo y de medio ambiente.
¡Ahora!, sería equivocado imaginar que no se caminó más porque faltó decisión, voluntad y recursos, tal vez faltó eso también, pero faltó mucho más que eso, faltó una nueva práctica. Esa nueva práctica implica en este permanente diálogo, en este permanente debate y en la búsqueda de formas que permitan que de ese debate salga algo en concreto y que no se debilite pura y simplemente para el regocijo de aquellos que tienen placer en el debate, para que de eso resulte una transformación.
No soy de aquellos que tienen una visión pesimista de la humanidad. Creo que el pensamiento progresista no coincide con el pesimismo. El pesimismo forma parte del pensamiento conservador, no del pensamiento progresista. Porque quien es pesimista no intenta cambiar porque de antemano no cree. Existe un libro de un amigo nuestro llamado Albert Hirschman que es admirable referente a eso. Trata sobre la retórica reaccionaria, donde se ve claramente que, realmente, el pesimismo es el mayor promotor del conservadurismo. O se asume la posición de creer que es posible hacer o ni si quiera se intenta hacer nada. Entonces, al mismo tiempo en que se debe tener una visión, a mi modo de ver, optimista de las transformaciones, es preciso evitar, eso sí, que se esté yendo al ritmo del puro optimismo.
No soy de los que tienen, ni siquiera por respeto a la cuestión ambiental, una visión puramente crítica, porque quien tiene la visión puramente crítica es un conservador. Quien no tiene la visión crítica o es un ingenuo o es incapaz de avanzar, pero quien tiene exclusivamente la visión crítica es un conservador. Es necesario tener al mismo tiempo la visión crítica y la propuesta generosa, incluso creyendo en el otro, en la capacidad del otro de hacer alguna cosa y en la capacidad que se tiene de transformar al otro. Y esto vale desde el punto de vista del gobierno y de la sociedad civil, vale en lo que respecta a las oposiciones entre lo económico y lo social, entre lo político local y lo universal. Si se tiene una visión, digámoslo así, si me permiten, un poco más generosa del proceso histórico, diría que hubo modificaciones importantes de la parte de acá, repito, desearía, pero es necesario buscar lo que existe de cambio, en aquello que existe de opción para mejorar, motivación para continuar avanzando y no pura y simplemente buscar lo que no se hizo, porque entonces será la paralización del proceso histórico, que no se paraliza. Igualmente que cuando las personas, equivocadamente, tienen una visión un poco más tímida del proceso, el proceso existe. Este proceso está sucediendo, inclusive en Brasil.
Hace cinco años, en el 92, no existía la consciencia que hoy se tiene, por lo menos de lo que se debe hacer, aunque no haya sido, tal vez, hecho. Cambió. Cambió bastante, en términos de consciencia, de presión y de la necesidad casi impulsiva de que todos consentimos en admitir que "Mira, es necesario tener cuidado, porque hay otro lado". Hay otro aspecto. Hay una dimensión ambiental, hay la dimensión de la injusticia social, hay la dimensión ética.
Y cuando se formula la dimensión ética en un proceso político o en un proceso de crecimiento económico, es cuando se comienza a tener una visión más amplia y cuando se ve que ese concepto de desarrollo sostenible también debe incluir la cuestión de la equidad y la cuestión de la democracia.
Es un tremendo desafío. Es un desafío que, posiblemente, pueda ser resuelto más fácilmente en los países que ya tienen un avance, digamos, de la conciencia de los procesos ecológicos y también un avance económico y de las formas de sociabilidad mayor que en los países que aún están en desarrollo y en los cuales la heterogeneidad parece que dificulta, muchas veces, cualquier proceso decisivo y aún más el proceso de aplicación de las decisiones.
Pero es, sin duda ninguna, si es que así puedo decirlo, una cuestión de civismo, que incluye, por lo tanto, valor, que incluye, por lo tanto, la absorción por parte de la sociedad - y en la sociedad incluyo al gobierno - de los nuevos valores y que requiere, consecuentemente, una especie de espíritu de - la expresión es antigua - "ingeniería política y social", la creación de instituciones, de instrumentos y mecanismos que permitan que las cosas avancen y que permitan dar impulso a las cosas.
Observen los señores y señoras un país de la magnitud de Brasil, un país con las desigualdades de Brasil, las bolsas de miseria y de riquezas, la inmensidad de problemas a ser enfrentados, el hecho de que nosotros, hoy, disponemos incluso del conocimiento de tragedias que están sucediendo. Monitoramos la quema de la región del Amazonas, semanalmente. Semanalmente, hay informaciones por satélite al respecto de lo que está aconteciendo con el corte intensivo de árboles, de la explotación por parte de los madereros que invaden ciertas regiones. Y no tenemos condiciones de frenar. No tenemos condiciones prácticas, objetivas de frenar. Pero continuaremos luchando.
Elaboramos decretos. Acabé de elaborar uno prohibiendo la exportación de caoba durante dos años, por ejemplo. ¨Será una medida eficaz? o ¨dará más incentivo a la destrucción de árboles y al contrabando?. ¨Y cuál es el elemento de control que nosotros disponemos?, ¨Dónde está el Estado?. Pero en esas regiones, casi no hay Estado, casi no hay instituciones públicas capaces de imponer la ley. Necesitamos de más y mejores datos y entonces podremos adoptar nuevas medidas.
Pero si no hay, por lo tanto, una ampliación y un compromiso del conjunto de la sociedad con las decisiones tomadas, ellas se debilitan. Estoy viendo, allí, a la Senadora Marina Silva. Recientemente, estuvimos discutiendo sobre los Pueblos de la Selva, los caucheros o "seringueiros" (pobladores que extraen el látex de las seringueiras -Hevea brasiliensis- con el fin de producir el caucho) y sobre los problemas que ocurren en la región Amazónica. Tomamos algunas medidas. ¨Van a ser eficaces?
La eficacia no depende, simplemente, de la conciencia, no depende, simplemente, de la voluntad, pero depende, también, de la existencia de formas de organización que conduzcan a decisiones. Y esas formas de organización dependen, de alguna manera, de un grado de consciencia y de confianza por parte de la población. Muchas veces es difícil establecer un clima de confianza, en situaciones con tan escasas posibilidades de que la acción sea efectiva. Y es preciso que se establezca, por lo tanto, mecanismos que son neo-gubernamentales y que sean capaces de movilizar a las poblaciones para que ocurran los procesos deseados de cierta forma.
Está claro, me estoy refiriendo aquí, tal vez, a situaciones extremas: incendios forestales, mala utilización o dificultad en la explotación racional del bosque. Pero lo mismo se aplica a otras áreas. Lo mismo se aplica a la cuestión de la basura urbana. Lo mismo se aplica a la cuestión de la contaminación de esta bahía que está aquí y que por el camino se ve contaminada. Los procesos son lentos, enervan. El presidente del Banco Mundial sabe de eso. De media, se tarda 18 meses para que un proyecto sea aprobado por el BIRD. En el Congreso brasileño se tarda de media, entre 3 y 4 años para que una Ley sea aprobada.
Pero así es. Las burocracias existen, los intereses políticos existen. Hasta que las cosas se muevan en una dirección, se tarde un tiempo. Y si no mantenemos la llama encendida y si presionamos todo en la hoguera de vanidades, destruyendo todo y a todos, no se mueve. Es preciso tener una comprensión histórica de un proceso.
Lidiamos, en el caso del medio ambiente, no con la naturaleza, y sí con seres humanos que están en la naturaleza. Forman parte de ella pero son ellos que mueven, son ellos que contaminan o no. Y los seres humanos reaccionan y tienen intereses diversificados y tardan un tiempo en organizar sus decisiones. Y las decisiones no son homogéneas y se chocan. Hay todo un proceso.
Creo que, en el caso específico de esos 5 últimos años, ese proceso está en marcha. No digo eso como quien quiere tapar el sol con la criba y decir que no hay, porque habrá, muchos problemas. Pero no podemos perder la voluntad, la confianza, y la capacidad racional de entender el porqué sí o el porqué no y, sobretodo, de entender aquello que es el meollo de la solución de las cuestiones, que es la cuestión de la democratización, en el sentido amplio, de los procesos decisivos y de la integración de los varios sectores interesados, en un proceso que permita sacar adelante las transformaciones deseadas.
Creo que es con ese espíritu con el que se debe hacer el balance. Claro, no incumbe al presidente de la República hacer el balance de lo negativo, pero incumbe a las organizaciones - esa Conferencia, ciertamente, lo hizo - y es menester finalizarla con un mensaje de optimismo, con un mensaje de creencia, de convicción y de que es posible mejorar, que es posible avanzar más. Falta mucho, pero es posible avanzar más.
En lo que respecta a la sociedad brasileña, no tengo dudas de que ese proceso simultáneo de democratización creciente y de toma de conciencia, esté avanzando con bastante celeridad. Los que vivimos aquí hace veinte años los procesos políticos brasileños, o hace quince años, y comparamos lo que aconteció en esa sociedad, en tan corto espacio de tiempo, percibimos que hubo cambios importantes. Los que entonces no vivían, leen, notan que hay cambios importantes.
No es solamente en Brasil.¨Por qué?. Porque, exactamente, como llegamos al momento del desarrollo de la humanidad que requiere una dimensión más universal y planetaria, hay una especie de interacción de todos, que pasa de un país a otro. Es bueno que pase. Los medios de comunicación aceleran todos esos procesos. Y sin medios de comunicación, no hay sociedad contemporánea. No hay posibilidad de avance, ni tampoco, diría, de política contemporánea. Todo depende de símbolos, de significados, de la capacidad de convencer y de medios que transmitan esos símbolos y significados, la palabra, para que las cosas se transformen. Y eso también se universaliza.
Esa dialéctica entre lo particular y lo general, que está en el corazón del problema del desarrollo sostenible, tiene que ser vista y revista. Diría que, viendo el Programa XXI, lo que fue prometido y lo que fue hecho, también vamos a tener decepciones. Se prometió mucho más de lo que se hizo. Pero algo se hizo. Es necesario, ahora - y tendremos ese encuentro en junio, en las Naciones Unidas - avivar la llama, con el espíritu de quien dice: "Mira, falta mucho. Necesitamos más". Pero quedan caminos por recorrer y vamos a recorrerlos.
Creo que, en todo ese proceso, va desapareciendo un cierto amor a la finalización de decisiones - las cuestiones son nuestras, no de ellos. Las cuestiones son nuestras, sí, pero ese "nuestro" es plural. Y cuando se dice "ese nuestro es plural", no quiere decir que se esté alienando "soberanía". No es eso. Se está acrecentando un elemento nuevo a la soberanía, si entendemos por soberanía la capacidad jurisdiccional de tomar decisiones y de escoger las decisiones a ser tomadas.
Y si nos imaginamos que soberanía es no tener alternativa, sino un camino cerrado, definido por la generación anterior, en un determinado territorio, entonces, vamos a definir como soberanía algo que es intrínsecamente contrario al progreso y a la transformación. Pero si definimos por soberanía la capacidad jurisdiccional de tomar decisiones, conociendo las alternativas, ese proceso que se está produciendo, inclusive, específicamente en el caso del medio ambiente, es de acrecentamiento de una nueva forma de soberanía.
No se puede continuar discutiendo si el extranjero puede o debe discutir la cuestión de la región Amazónica. No es porque sea el pulmón de la humanidad, lo que es discutible. Pero sí por otra razón: es porque también tenemos el derecho de discutir lo que está pasando con los gases que se emiten en el Hemisferio Norte, que están afectando el futuro del planeta. Es la actitud que requiere que se entienda que ese sentido universal tiene que estar presente en cada decisión local. Y es por eso que puede acrecentarse nuestra experiencia particular, en este caso, la brasileña, al conjunto de acciones que se desarrollan en el plano internacional.
Claro, todo eso va a requerir más organización, más diálogo, más crítica, otras muchas cosas más y financiamiento. No se resuelven esas cuestiones sin que existan recursos adecuados para enfrentarlas. Muchas de las cuestiones que existen son conocidas y reconocidas. No son resueltas porque no hay financiamiento. No todas. Algunas, o tal vez muchas, porque no existe voluntad realmente, o porque no hay condición de otra orden. Pero la cuestión del financiamiento se impone.
Creo que se discutió, muchas veces, esa posibilidad: cómo financiar el medio ambiente. El ministro Krause estaba conversando conmigo, en el avión, y usó una expresión que apruebo, "No puedo hablar de impuesto, porque, mañana, los periódicos concluyen: Quiere decir que hay más impuestos... ". Entonces, vamos usar otra expresión que no sea impuesto, como que el contaminador tiene que pagar, ¨No es eso?
Quiere decir que es necesario crear algunos conceptos que conduzcan a eso, que lleven a una coacción moral, que hagan con que la reconstrucción de una nueva situación ambiental sea financiada, en gran parte, por aquellos que son responsables por la degradación del medio ambiente.
¨De qué forma se hará eso?. Incumbirá a los técnicos y a múltiples decisiones. Pero tiene que realizarse un debate, porque no vamos a conseguir enfrentar los múltiples desafíos que debemos enfrentar, si no hay, realmente, recursos para enfrentarlos.
Señoras y señores, ésas eran las palabras que quería transmitir. Reitero mi optimismo, que no es utópico, que se basa pura y simplemente en un querer, pero sí en la observación de las cosas que están pasando. Y tengo certeza - lamento no haber podido participar de los aspectos cotidianos de este encuentro, porque otros quehaceres no me lo permiten - pero estoy seguro de que la experiencia de aquellos que aquí han participado será de gran utilidad para todos nosotros, que estamos interesados en llevar adelante prácticas nuevas en la transformación de nuestra sociedad y que tiene, en su centro, esa noción de desarrollo sostenible.
Muchas gracias.